Un martini, sólo por favor.

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Hasta ayer a la noche estaba lo más bien, podría decirse que ni yo me la creía de a ratos, pero si estaba así, estaba así, no había por qué darle vueltas al asunto. Cuando me puse a hablar con las chicas, me di cuenta lo idiota que soy. Y me quedé mal toda la noche. Porque no me animo a nada y después de todo esto, debería tener una cancha terrible. Cosa que no pasa, cosa que molesta y que da miedo. A la madrugada, no sabía que tenía tantas ganas de llorar adentro mío, ni siquiera las había percibido hacía un instante o un día anterior. Lo cierto es que esta semana había puesto una capa de cemento por encima de mis pensamientos y parecía funcionar. Pero como todas las soluciones rápidas... son momentáneas. Y el brillo de mi título de 'Doctora en Idiotez' reluce cada día más.

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